Fan Fic 1: La Atlántida
Jejeeeee, la pista la di en el anterior post. La Atlántida se creía estar situada en el Océano Atlántico... pro, de dónde viene el nombre? Poseidón, dios griego de los mares, eligió a uno de sus hijos, Atlas, para que gobernase la tierra que le era concedida y el resto se dividía para los hermanos de él...Elegí este título para hacer el fan fic porque así cobra algo más de protagonismo nuestras islas, a pesar de que ya lo son por el turismo xD. Es Canarias, tierra de mis amores . Ahí va the first chapter ^^:
Fan Fic de Saint Seiya: La Atlántida
Capítulo 1: La llegada
Era un día soleado, bastante soleado y caluroso. Todo comenzó en Gran Canaria, una isla al lado de África junto con otras seis. Éste lugar más allá de las columnas de Hércules, es llamado Archipiélago Canario.
-¿Pero es verdad que existe esto?- repetía Seiya.
-¡Que sí, enano! ¡Y deja de fastidiar!- replicó Hyôga a Seiya, que por lo visto, no tenían buenas migas.
-Ya basta, chicos. Le estamos haciendo un mal visto a la gente de aquí.- decía Shiryû, intentando apagar las llamas de ira de los dos caballeros.
Shun los miraba un tanto preocupado por la escandalera que iban formando por los pasillos. Caminaban rápidamente mientras sus pasos resonaban por las frías paredes de piedra y sus pisos de mármol blanquísimo. Los enormes ventanales al estilo gótico dejaban pasar la luz por el limpio cristal, donde se podía contemplar un paisaje rural, no muy verde por las escasas lluvias de ese verano, un mar azul que invitaba al baño y un cielo celeste intenso que inspiraba tranquilidad. El peliverde no podía dejar de mirar el encantador cuadro viviente de afuera, no se podía sentir la brisa pero se notaba en las danzantes palmeras.
“Ojala mi hermano estuviese aquí…”
-¡Hey, Shun! ¿Te vas a quedar ahí parado?- exclamó Hyôga dirigiéndose a él.
-¿Uhm… qué? ¡Ah, no! ¡Ahora voy!
Se habían quedado solos en el pasillo. Seiya y Shiryu ya habían entrado en sus habitaciones.
-No te preocupes, Ikki llegará dentro de unos días- le dijo un Hyôga sonriente y amable. No solía mostrar su parte cariñosa con sus amigos, pero Shun era una excepción.
Shun tenía los ojos brillantes como esmeraldas, no podía mirar a Hyôga así. No podía evitar llorar cuando se emocionaba cuando en momentos difíciles, eran tan caritativos con él. Sobre todo con el patito.
-Ah… Hyôga…esto…gracias…Vendrá pronto, eso espero.- E intentó sonreír, pero dos lágrimas habían descendido hasta sus mejillas.
-No vayas a llorar por eso, Shun…-dijo cariñosamente Hyôga mientras le secaba una lágrima. Se acercó más a él y lo abrazó.
Los dos podían sentir las respiraciones y los latidos de ambos en el silencio.
Shun sintió cómo le llegaba la sangre a la cara y se apartó de Hyôga rápidamente.
-Lo siento, pero…- A pesar de que hacía fresco en la sala, a Shun le recorrió por el cuerpo una oleada de calor.- Mejor me voy ya a mi habitación, nos echarán la bronca…
Hyôga se quedó anonadado viendo cómo el peliverde salía corriendo por el pasillo. Le iba a decir algo pero se calló la boca. Al encontrarse solo en el lugar, maldijo:
-¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?- se tocó por debajo de la nariz- ¿Y ahora sangro? Seguro que se dio cuenta de ello…
Hyôga avanzó hacia la habitación que le había tocado tapándose la hemorragia con la mano. Entró y se secó con un pañuelo la sangre. Ahora su mente estaba en poder conseguir algo de Shun. No había olvidado la vez que le salvó de morir congelado en el templo de Libra. Merecía la pena morir ahora por él.
Mientras tanto, Shun estaba en su habitación, colocando el poco equipaje que llevaba en la maleta al armario, la foto de su onii-san y él en la ventana cerrada y una pequeña caja de cristal, muy fría. Dentro había un trozo de lo que parecía hielo. Irradiaba una luz extraña. La colocó en un cajón de un escritorio enfrente de la cama. Se tumbó sobre las sábanas pensando el por qué había reaccionado así ante Hyôga cuando sólo él intentaba animarle. Cerró los ojos fuertemente y sacudió la cabeza tratando de evadir ese pensamiento. ¿De verdad sentía algo por él?
Los cinco, ese día, llegaron agotados al Orfanato de la isla. Querían pasar unas vacaciones lejos de Japón y visitar lugares a los que nunca habían ido. Una tregua entre tantas guerras y batallas. Al fin podían descansar, no como guerreros caídos, sino como orgullosos Caballeros de Athena. Siempre la habían protegido y siempre cumplieron su palabra.
Seiya sufrió una estocada cerca del corazón en la última batalla contra Hades. De no ser por Athena y su propio cosmo, ya habría muerto. Nuevamente se unió a sus compañeros después de meses en el hospital y en silla de ruedas (viste, aún quiero a Seiya vivo, encima después de la saga del Cielo, donde insisten en mantenerlo con vida). Ahora mismo se encontraba en la habitación de Shiryû, jugando…
-¡Shiryû! ¡No lo hagas! Ten piedad y no me la comas…
-Jaja, que te crees que lo voy a dejar pasar sólo porque eres tú. Y por eso te la voy a comer.
-¡¡Noooo!! Joder, con lo que me había costado sacar ese cinco.
-Se siente, Seiya, así es el parchís. Tan despiadado como la Naturaleza misma. Bueno, avanzo 20 casillas…
Seiya giró sobre sí mismo sentando en el suelo de la habitación cuando tocaron la puerta.
-Disculpen…-Empezó a decir una chica en japonés abriendo la puerta lentamente- ¿Sois vosotros huérfanos de la fundación Graude?
-Así es-respondió Seiya- ¿Quién se supone que eres?
-Me llamo Iruya, soy traductora. Estoy al servicio de este orfanato sólo para esta ocasión. Nunca han venido japoneses aquí.
-Genial, porque no entiendo mucho el español- dijo Shiryû un tanto avergonzado.
La chica rió. Tenía el pelo largo y castaño y los ojos pardos. Lucía una sonrisa encantadora, tranquilizante con un punto picaresco. Vestía un inusual paño gris y largo atado al cuello que terminaba en las rodillas y por detrás, llegando a los tobillos. Debajo tenía una camisa de media manga blanca. Parecía algo reservada.
-Me alegro de que pueda servirles…
-¿Qué edad tienes?- preguntó Seiya descaradamente, mirándola de arriba abajo.
Iruya se sorprendió ante la pregunta.
-¿Cómo?
-¡Seiya, no seas tan grosero!- le reprendió Shiryû.
- No importa- dijo sonriendo la chica- Podéis llamarme cuando queráis, yo iré a avisar a los demás. Uhm… ¿aún no habéis almorzado?
-¡Pues no y tengo un hambreee!- dijo Seiya sin importar los modales que tenía que guardar.
-Está bien- sonrió de nuevo- el comedor A está abajo. Al único que no podéis ir es al comedor D. Esa ala del edificio está cerrada por obras… ¡Ah, y si os interesa, podéis asistir a clases de español! Las doy yo.
- Muchísimas gracias, iré encantado.- asintió sonriendo Shiryû.- Vamos Seiya, recojamos esto, que nos vamos a comer.
-¡Oh! ¿Por qué ahora? Podemos recogerlo cuando lleguemos…
Iruya cerró la puerta con cuidado, llevándose dos dedos a los labios y riéndose.
-¡Qué simpáticos son!
Pasó de largo la habitación de Seiya y tocó la puerta de la habitación de Hyôga.
-¿Puedo pasar?
-Ahm, esto… ¿quién es?
-Soy la traductora, me llamo Iruya.
-Un momento…- esperó pacientemente hasta que Hyôga abrió.- Perdone, ¿le hice esperar mucho?
-En absoluto- ¡qué amable!- Sólo era decirle que a partir de ahora seré vuestra traductora y si le apetece, puede ir al comedor para…
De pronto, se escuchó una serie de pitidos en el bolsillo de la túnica que llevaba Iruya. Ésta sacó rápidamente el objeto que los emitía. Era un reloj de bronce, del tamaño de un posavasos.
-Lo siento, me ha surgido algo urgente. ¿Sería tan amable de comunicarle a su otro compañero lo que le acabo de decir?
-Claro, cómo no...- Hyôga se miró los pantalones. Se le había olvidado subirse la cremallera (ustedes ya se huelen que hizo para tardar tanto, jojo)
-Gracias, si quiere más información, puede contactar conmigo.
Iruya salió corriendo pasando por delante de la habitación de Shun y de Ikki y desapareció tras la esquina.
La puerta de Shun se abrió y éste salió afuera. Vio a Hyôga, que lo estaba mirando a él:
-¿Qué ha sido eso?
-La traductora…
-¿Traductora?
-Sí, una tía simpática pero muy rara.
-Hyôga…
-¿Qué?
-Tienes la cremallera bajada…
“Mierda…”
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